Paul Newman se ha ido, y con él uno de los últimos grandes de Hollywood. Aunque creo que no es correcto decir esto, ya que Newman nunca se consideró parte de la farsa hollywoodense. Es más, detestaba todo ese circo, demostrándolo cada vez que dejó de asistir a los Oscar y con sus repetidas entrevistas.
Actor brillante, con una carrera larga, sólida, coherente y abrumadora. Director humano, con películas de gran sensibilidad y cargadas de mensajes. Y como humano... qué decir... una persona querida por todos y un saber hacer que ha impresionado a aquellos con los que se ha encontrado a lo largo de su vida.
Para el recuerdo quedan, entre otras, La gata sobre el tejado de zinc, El buscavidas, Cortina rasgada, La leyenda del indomable, Un hombre, Dos hombres y un destino, El golpe, El coloso en llamas, El color del dinero, Camino a la perdición... igual que todas sus películas en las que decidió ponerse detrás de las cámaras.
Y aunque era una muerte anunciada desde que abandonó el hospital para morir en su casa con su familia, no puedo dejar de sentirme mal. Adiós a una gran persona, a un activista social y benefactor de muchas organizaciones caritativas; adiós a un grandísimo actor y director; adiós a los ojos más azules de Hollywood
