Calificación: buena “Star Trek: Zero”
Todo depende de lo que cada cual vaya a buscar, siempre. Pero si se toma como parámetro los intereses que los seguidores de este tipo de filmes suelen expresar, la cantidad de la acción, la innovación que traen consigo los efectos especiales, y el gancho de la historia que relata la undécima Viaje a las estrellas alcanzan lo aceptable pero muy poquito más.
Vamos por partes. La película empieza con las escenas del ataque a un miembro de la flota interestelar donde muere el padre de uno de los protagonistas, el capitán James T. Kirk. De allí la historia pasa a los años en que Kirk hijo deja su rebeldía atrás y se convierte en piloto de la confederación de planetas democráticas. En este pasaje, el ritmo decrece hasta volverse casi demasiado lento.
No hay demasiado carisma en los personajes como para hacer que el descubrimiento de Spock, el doctor McCoy y Uhura entre sus futuros compañeros de aventuras sea algo en verdad atractivo.
El filme sólo recobrará cierta agilidad cuando vuelvan las luchas o las batallas, y ni siquiera plenamente. Tal vez sea el montaje, tal vez la planificación, tal vez los efectos especiales; tal vez todo junto o quizá alguno de estos componentes el que no alcanza su máximo posible. Quizá haya una expectativa demasiado alta puesta en todo la parafernalia tecnológica que se espera encontrar en este tipo de productos, máxime cuando se utiliza como elemento de promoción un dato como el de que el presupuesto invertido ha sido de 150 millones de dólares.
El imán de la historia también funciona defectuosamente. El recelo que al principio se manifiestan Kirk y Spock, que con los años se transformará en amistad, está aceptablemente explotado. No tiene mucho pie ni cabeza la relación sentimental que nace entre la bella asistente negra Uhura y aquél último. Podría tenerlo si se la hubiera explotado para acentuar la rivalidad entre Spock y Kira (que al comienzo intenta conquistarla). Pero esto no sucede. Tampoco es del todo feliz la caricatura del villano. Es un personaje sin demasiado carácter, poco brillante, en suma, su maldad no atemoriza todo lo que pudiera o fuera necesario para tratarse de alguien que aspira a dominar el universo.
Los aciertos están repartidos entre lo antes dicho. El personaje del navegante de origen ruso Chekov no tiene desperdicio: es acaso el más vivaz de todos, si uno se detiene a pensarlo dos veces. La fotografía del espacio y sus habitantes (estrellas, planetas, anillos, asteroides) es deleitable. El diseño de la principal nave hostil, una suerte de enorme capullo suspendido en el espacio, hecho de luces y hierro cortante, es de una belleza inquietante.
Para no perderle pisada a una saga que ya prepara su próximo capítulo.
Una virtud: la interpretación del joven Spock.
Un pecado: le falta acción.